Las fachadas del edificio se afanan por acoger el viejo Ficus, y en su retirada generan una plaza pública en cuyo fondo perspectivo se alza el majestuoso árbol. Así la propuesta consigue un espacio público inesperado, de un gran carácter y con claros beneficios para la propia actividad del centro, a cuyo costado puede ahora aparecer un punto de encuentro, ocio y restauración. La arquitectura construye un lugar donde el protagonista no es el mismo edificio.