EL HILO DEL ARQUITECTO

Esta investigación sobre la permanencia y la influencia de los principios originarios de la arquitectura en la modernidad nos lleva a descubrir que la actitud moderna o la modernidad se ha manifestado intermitentemente en el tiempo desde los primeros arkitektones. Los conceptos primordiales de masa, magnitud, traza, durabilidad y tiempo, se han mantenido vigentes desde su aparición de tal modo que la arquitectura está indisolublemente asociada a su blanca validación.

 

Así cabe hablar de verdad estructural, verdad formal y verdad material de tal modo que el cumplimiento de estas tres condiciones produce una realimentación en el corpus de la arquitectura muy superior a la suma de la información de origen racional, sensible y material que conduce a la materialización. El menoscabo de cualquiera de esos tres pilares identificables también con la teoría, la praxis y la poesis tiene como consecuencia un trípode inestable sobre el que no se puede afirmar la forma externa sin que caiga sobre ella la sombra de la impostura o de la imperfección.

 

A través de conocidos ejemplos canónicos de la arquitectura se vislumbra un hilo continuo de conocimiento arquitectónico que traslada, interpreta y actualiza un número amplio de conceptos germinales de la arquitectura que demuestran ser independientes de la escala y que, al menos en el ámbito de la vivienda, son difíciles de enmascarar u ocultar debido al sencillo y acotado programa funcional.
Encontramos en la traza física del dibujo que hiere el plano con un surco el anclaje originario entre lo racional y lo material. A partir de ese vínculo la arquitectura se revela como una decantación del pensamiento a través de la comprensión de la realidad, de tal modo que la producción arquitectónica objeto de análisis nos muestra una primera aproximación al modelo a través de la intención del conocimiento disperso, una segunda etapa de decisión a través del conocimiento preciso y otra de comprobación o fijación mediante la materialización física. Así el dibujo vuelve a su consecuencia original de hendir la realidad y ello provoca una singularidad que tendrá peso a través del tiempo si ésta mantiene las cualidades que han catalizado el progreso de la civilización.

 

Esas cualidades tienen su soporte en la forma construida pero a su vez, como si se tratara de una operación retroactiva, son las que confieren autenticidad a la forma. Ese salto imperceptible de conocimiento que representa la autenticidad es tal vez el más gratificante y esquivo regalo que nos concede la arquitectura.

Necesidad y orden. Lo que queda tras el muro

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